Cómo Sobrevivir a los Trabajos que No Inspiran

 

Cómo Sobrevivir a los Trabajos que No Inspiran:  

Creando Propósito en la Rutina

En mi práctica clínica como psicoterapeuta y en mis interacciones personales con allegados, noto con frecuencia que las personas más jóvenes que recién ingresan al mundo laboral se enfrentan a una sensación persistente de insatisfacción. A menudo, comparten que, a pesar de encontrar cierta estabilidad económica y una paga relativamente adecuada, el trabajo que desempeñan les resulta monótono y rutinario. Se quejan de que sus actividades no cumplen las expectativas con las que llegaron al mercado laboral; muchos no se desempeñan en el campo en el que se formaron o, si lo hacen, las tareas que realizan no les representan un reto, lo que les impide desarrollar sus talentos o descubrir de lo que realmente son capaces.

Esta situación, más allá de ser una percepción puramente subjetiva, objetivamente hablando no es ajena a nuestra realidad. Vivimos en un mundo que prioriza la productividad sobre el propósito, y donde los trabajos —aunque a veces satisfactorios desde una perspectiva material— pueden no cumplir con nuestras necesidades psicológicas más profundas: la autorrealización, el crecimiento personal y, sobre todo, el sentido.

En su texto "Trabajos de mierda", David Graeber sostiene que muchas personas ocupan empleos que perciben como inútiles, carentes de propósito o sin un impacto real en la sociedad, lo que genera una profunda insatisfacción personal. Graeber argumenta que la existencia de estos trabajos, que denomina "trabajos de mierda", no solo es el resultado de la excesiva e ineficiente burocracia administrativa, sino de una estructura social y económica diseñada para mantener a las personas ocupadas, aunque sus tareas no sean realmente necesarias. Este fenómeno, según Graeber, lleva a un profundo sentimiento de alienación y frustración, ya que, aunque las personas se ven obligadas a trabajar para subsistir, el trabajo en sí no les aporta sentido ni realización.


El desafío de la monotonía

Un tema recurrente que surge en estas conversaciones es la monotonía. La idea de un trabajo rutinario suele asociarse con la pérdida de interés y de motivación. Muchos jóvenes –sobre todo los profesionales- sienten que, tras años de esfuerzo académico, se enfrentan a una realidad laboral que no responde a sus expectativas, donde sus capacidades no son puestas a prueba y las tareas que realizan parecen mecánicas, sin sentido o desconectadas de algo más trascendental.

Es cierto que, en muchos casos, el trabajo moderno puede volverse repetitivo y predecible; pero, incluso las profesiones más dinámicas y emocionantes, aquellas que parecen ofrecer un constante flujo de novedades, acaban enfrentándose a rutinas. En el campo del espectáculo, por ejemplo, donde las estrellas viven lo que para muchos sería una vida emocionante y lejos de la monotonía, no es raro ver que, a pesar de todo ese brillo y adrenalina, muchos de ellos también enfrentan profundas crisis de sentido. Esto nos lleva a una reflexión más profunda: ¿por qué incluso las personas que tienen trabajos excitantes y, por definición, lo contrario a lo rutinario, como las grandes estrellas del mundo del espectáculo, pueden llegar a sentir tal vacío que lleva a algunos a tomar decisiones tan trágicas como el suicidio?

Pues bien, lo que este tipo de situaciones nos revela es que el sentido no es algo que se encuentra en lo externo. Ni en la novedad, ni en la excitación, ni en el hecho de tener un trabajo que esté lleno de retos constantes, si bien esto es algo que para muchos puede aportar en la creación de sentido. Lo que intento transmitir es que el sentido es algo que se construye desde el interior.

 

El Sentido es una Construcción Personal

Cuando los jóvenes expresan su frustración por la falta de significado en sus trabajos, lo que en realidad están verbalizando es una búsqueda más profunda por el propósito. En un mundo laboral que muchas veces parece superfluo, en el que las tareas a realizar parecen no tener una conexión clara con el bienestar de los demás o con algo más trascendente, es fácil caer en la trampa de creer que nuestras posiciones son insignificantes. Este tipo de pensamientos pueden alimentar la creencia de que nuestra contribución es irrelevante y, como consecuencia, nos lleva a una sensación de vacío existencial.

Aquí es donde resulta crucial nuestra reflexión: el sentido no es algo que se encuentra afuera, ni en un trabajo, ni en una carrera profesional, ni en el éxito material. El sentido se genera desde adentro, es una construcción que cada individuo debe realizar. Y aquí me gustaría rescatar el valor intrínseco que se puede hallar en la monotonía, pues no importa cuán monótona o irrelevante pueda parecer una actividad en el plano superficial, cada persona tiene la capacidad de dotarla de un significado más profundo.

Viktor Frankl, en su famosa obra El hombre en busca de sentido, afirmaba que incluso en las circunstancias más adversas, como las vividas en los campos de concentración, las personas podían encontrar un propósito para seguir adelante. Lo que el trabajo que realizamos a diario nos ofrece es una oportunidad para generar sentido, más allá de lo que las tareas en sí mismas puedan implicar. El sentido se encuentra en la forma en que interpretamos nuestra realidad, en cómo conectamos lo que hacemos con nuestros valores y principios.

Como ya hemos visto, el sentido no es algo que esté inherentemente presente en la naturaleza del trabajo. En lugar de eso, es algo que cada individuo debe construir para sí mismo. Incluso las profesiones que parecen más emocionantes, como el espectáculo o el deporte, tienen su cuota de monotonía y momentos vacíos. Entonces, ¿cómo podemos generar ese sentido en nuestras actividades laborales diarias?

Me gustaría ofrecer algunos ejemplos de cómo podríamos transformar nuestros trabajos monótonos en un medio para alcanzar nuestros objetivos más profundos y gratificantes. Pero antes quiero hacer la aclaración de que mi pretensión no es ofrecer ninguna receta o estrategia prefabricada para la construcción de sentido, sino más bien ofrecer ideas que se puedan tomar como base o inspiración para que cada uno haga lo propio.


1. Estableciendo Metas Materiales

Una forma de crear sentido en un trabajo rutinario es enfocarse en objetivos concretos que le den un propósito a lo que hacemos día a día. Esto puede ser tan simple como establecer metas materiales: ahorrar para un viaje, pagar una deuda o invertir en educación. El trabajo, aunque en sí mismo no sea inspirador, se convierte en un medio para alcanzar un fin significativo fuera de él. Saber que las horas invertidas en una tarea aparentemente repetitiva nos acercan a algo deseado —como viajar a un lugar soñado o avanzar en nuestra formación— puede transformar nuestra perspectiva sobre el trabajo.

2. Desarrollando Metas Profesionales

Además de los objetivos materiales, también podemos dotar de sentido a nuestro trabajo al enfocarnos en nuestro crecimiento profesional. Aunque el trabajo actual no sea ideal, puede ofrecer la oportunidad de adquirir experiencia, aprender nuevas habilidades o establecer relaciones profesionales que nos ayuden a obtener mejores posiciones en el mediano o largo plazo. La monotonía diaria se vuelve más tolerable si la consideramos como un paso necesario para lograr nuestras aspiraciones profesionales a largo plazo. El tiempo en un puesto que no nos satisface plenamente puede ser una inversión en nuestro futuro profesional.

3. Buscando el Crecimiento Personal

El trabajo también puede convertirse en un espacio para el crecimiento personal. Aquí, las metas pueden ser más introspectivas: mejorar nuestras habilidades de comunicación, aprender a manejar mejor el estrés o incluso aprovechar la oportunidad para desarrollar nuevas amistades. Incluso en los entornos más monótonos, podemos encontrar áreas en las que trabajar sobre nosotros mismos. A veces, el simple hecho de aprender a ser pacientes, a mantener una actitud positiva o a gestionar mejor las relaciones interpersonales ya es un gran logro que dota de significado a la rutina.

4. Viendo más allá de mí mismo

Finalmente, encontrar sentido en la rutina puede implicar ver más allá de nuestras tareas individuales y enfocarnos en el impacto que tiene nuestro trabajo en otras personas. ¿De qué manera contribuye lo que hacemos al bienestar de los demás? Aunque nuestra labor diaria no parezca trascendental, siempre hay una forma de conectar nuestro trabajo con el servicio a los demás o con la mejora de un proceso más amplio. Reflexionar sobre cómo nuestras acciones, por pequeñas que sean, contribuyen al éxito de un equipo o al bienestar de los demás puede brindarnos una nueva perspectiva sobre nuestro rol en el mundo.

En definitiva, lo que podemos aprender de esta reflexión es que el sentido no se encuentra en el exterior. No depende de que nuestro trabajo sea dinámico o emocionante. El sentido es una construcción interna, algo que cada uno debe crear para sí mismo. El sentido está en la forma en que elegimos interpretar lo que hacemos. En cómo vinculamos nuestras metas, ya sean materiales, profesionales o personales, con nuestra labor diaria. Es fácil caer en la trampa de pensar que, porque un trabajo es repetitivo, no tiene valor. Sin embargo, podemos aprender a encontrar propósito incluso en las tareas más simples, si sabemos conectar nuestras acciones con algo más profundo.

Esta disertación no debe interpretarse como una invitación a resignarnos o permanecer inmóviles en trabajos o situaciones que nos generan insatisfacción o incomodidad. Por el contrario, la intención es alentar una reflexión más profunda sobre cómo podemos aprovechar cada oportunidad, incluso en contextos que parecen monótonos o carentes de sentido, para crecer y aprender. Si bien es cierto que no siempre podemos cambiar de inmediato las circunstancias externas, siempre está en nuestras manos transformar nuestra actitud hacia ellas. Esto implica encontrar maneras de desarrollar habilidades, fortalecer nuestra resiliencia y descubrir aspectos positivos que, aunque no siempre evidentes, pueden surgir de situaciones que no están bajo nuestro control directo. La clave está en asumir un papel activo en la construcción de nuestro propio significado, utilizando cada experiencia como una plataforma para avanzar personal y profesionalmente.



Escrito por Daniel Chalela para Ataraxia-Psicología

 

 

 

 

 

 

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